Durante el siglo XVIII pueden observarse importantes cambios. Europa pasa de ser un mundo rural a ser un mundo industrial urbano; los europeos pasan del taller artesano a la fábrica, del trabajo manual a la mecanización.
Esta transformación de la economía y de los sistemas de trabajo se conoce con el nombre de Revolución Industrial.
Pero las transformaciones no se produjeron repentinamente ni en todos los países al mismo tiempo. Por ello el proceso de industrialización se suele dividir en dos etapas:
- La primera Revolución Industrial en Inglaterra en el siglo XVIII
- La segunda Revolución Industrial a lo largo del siglo XIX, que se extiende por toda Europa y por otros continentes como América (Estados Unidos).
El desarrollo de las matemáticas y de las ciencias permitió su aplicación en la economía. Gracias a ello se crearon numerosos tipos de máquinas. Una de las primeras y más importantes fue la máquina de vapor de Watt.
Durante el siglo XVIII aumenta la población (aumenta la natalidad y disminuye la mortalidad). Este crecimiento significa abundante mano de obra y un mayor consumo de toda clase de productos, debido principalmente a la desaparición de las terribles epidemias.
El crecimiento de la población se suele relacionar con la mejora de la alimentación y, por tanto, con el aumento de la producción agrícola, provocada en Inglaterra y conocida cómo revolución agrícola. Esta revolución consistió en introducir nuevas técnicas de cultivo (sustitución del buey por el caballo para tirar del arado, sustitución de la hoz por la guadaña y la aparición del sistema de rotación de cultivos) que permitían aumentar la producción trabajando con menos personas.
El resultado de todo esto fue la racionalización de la agricultura: cada región se dedicó a lo que le convenía a su suelo y su clima y así se aumentaron los rendimientos. Con los nuevos medios de transporte, los alimentos se transportaban con rapidez desde el lugar de producción hacía el de consumo y así nació la especialización.
La aplicación de la máquina de vapor a medios de locomoción provocó la revolución de los transportes y permitió la invención del barco de vapor y de la locomotora (primera línea férrea entre Manchester y Liverpool y en España entre Barcelona y Mataró).
Para el funcionamiento de los transportes y de las industrias se necesitaban fuentes de energía. Entre ellas destacaban el carbón mineral (hulla) indispensable para alimentar las máquinas de vapor, la electricidad, cuyo uso sólo fue posible gracias a diversos inventos tecnológicos como la dinamo, los transformadores y la utilización de la caída del agua (hulla blanca), y el petroleo.
Respecto a la industria textil, a principios del siglo XVIII, la fabricación de tejidos era la rama con mayor cantidad de mano de obra.
Los comerciantes ingleses se dedicaban a importar de la India tejidos de algodón estampados, ya que se vendían muy bien en Europa, pero su objetivo era fabricar ellos mismos el algodón para obtener más beneficios, así que empezaron a ofrecer premios a quienes inventaran un mecanismo que permitiera fabricar mucho hilo de algodón en poco tiempo. Aparecieron, entonces, diversas máquinas hiladoras, como la spinning-jenny, la water-frame, la lanzadera volante, hasta llegar al primer telar mecánico, que eran movidos por caballos aunque pronto comenzó a funcionar con máquinas de vapor. A partir de aquí la industria algodonera en Gran Bretaña y en países europeos continuó su progreso.
En esta época aparece el sistema capitalista. A medida que se desarrollaba la industrialización, iban cambiando los métodos de trabajo, de financiación y de comercialización, dando lugar a un nuevo tipo de empresa. Ahora los obreros no hacen la pieza completa, como antes, sino que hacen un parte del producto final. El obrero no es el dueño de la fábrica, porque la producción pertenece al empresario. Para ello hace falta mucho dinero puesto que hay que pagar locales, materias primas, máquinas, salarios, impuestos. Hace falta capital; de ahí que el sistema se llame capitalismo.
Estos empresarios capitalistas descubrieron pronto que vendía más quien fabricaba más y a menor precio, por lo que era preciso perfeccionar constantemente las técnicas de producción. Este hecho hacía que fuese necesario invertir continuamente grandes cantidades de dinero.
Por otra parte, para obtener más beneficios, los empresario procuraban reducir los costes a base de exigir muchas horas de trabajo a los obreros y de pagarles salarios muy bajos. También procuraban obtener materias primas al precio más bajo posible, lo cual dará impulso al colonialismo.
Esta explotación del obrero dará lugar posteriormente a la aparición de los movimientos obreros.
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